Adoro la lluvia. Me encanta salir a pasear y notar como cae, meterme en los charcos y jugar con el paraguas. Es divertido ver como la gente corre para resguardarse en los portales. A la vez, me produce un poco de melancolía, una tristeza inexplicable que me transporta a las veces que he vagado sin rumbo con la cabeza llena y el corazón roto.
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